Las ´corridas´ de cocodrilos siameses en las granjas de Tailandia.
Los cocodrilos siameses, una especie en peligro de extinción, sobreviven en Tailandia debido a su explotación en las granjas donde también son utilizados en especies de "corridas" o peleas incruentas contra sus domadores.
Mientras que hay solo unos 200 cocodrilos en estado salvaje en Tailandia, las granjas acogen a cerca de 200.000 de estos reptiles para la comercialización de su piel y carne en un negocio que genera un beneficio anual de más de 100.000 millones de dólares.
Algunas de las 800 granjas que existen en el país también emplean estos grandes reptiles en espectáculos circenses a los que asisten diariamente miles de turistas locales y extranjeros.
En la granja y parque temático de Nakhon Pathom, provincia colindante con Bangkok, los domadores Chamlong Wannawet y Samrit Maiporan llevan años entrenando a cocodrilos para los espectáculos, que incluyen introducir la cabeza en las fauces del animal.
"He estado haciendo esto durante 14 años, antes hacía otros trabajos normales. Aquí tienes que ser valiente, si no no puedes hacerlo. Necesitas un maestro que te enseñe a domar y tienes que familiarizarte con el cocodrilo todos los días", explica a Efe Samrit.
"Antes del espectáculo, tenemos que tantearlos con palos, para que entiendan que ha empezado. Primero cierran los ojos y estiran la patas, lo que quiere decir que están relajados y listos para el número", apunta el domador tailandés.
EL SHOW
Con la banda sonora de "Superman" de fondo, los dos domadores entran en un foso de agua con una isleta artificial en el centro y una docena de cocodrilos siameses (Cocodrylus siamensis) de unos dos metros de largo y entre 70 y 100 kilogramos de peso.
Chamlong y Samrit empiezan a tantear a los reptiles, con los que interactúan con dos palos, o incluso los mueven por el foso cogiéndolos de las colas.
Una vez sobre la isleta, el cocodrilo abre la boca y Samrit utiliza los palos para acariciarlo y presionar ciertos puntos en torno a las mandíbulas y el interior de la boca del cocodrilo, que se queda inmóvil y con los ojos cerrados.
Entonces introduce la cabeza hasta casi las fauces del animal y saluda con una sonrisa al público, en el que hay familias con niños tailandeses y extranjeros, sobre todo de China.
El truco de Chamlong consiste en ofrecer su mano al reptil y retirarla con alarde de reflejos antes de que el animal cierre la boca con extrema velocidad y potencia.
El cocodrilo es el animal con la mordedura más poderosa del mundo animal, pero esto no parece molestar a los domadores, quienes se permiten hacer bromas con el público.
"¿Queréis que repita?", pregunta jocoso Samrit cuando su compañero termina con su exhibición.
Hacia el final, Chamlong incluso toma en brazos a un cocodrilo mediano de unos 70 kilogramos de peso y agita la pata del reptil como si estuviera saludando.
Con la banda sonora de "Superman" de fondo, los dos domadores entran en un foso de agua con una isleta artificial en el centro y una docena de cocodrilos siameses (Cocodrylus siamensis) de unos dos metros de largo y entre 70 y 100 kilogramos de peso.
Chamlong y Samrit empiezan a tantear a los reptiles, con los que interactúan con dos palos, o incluso los mueven por el foso cogiéndolos de las colas.
Una vez sobre la isleta, el cocodrilo abre la boca y Samrit utiliza los palos para acariciarlo y presionar ciertos puntos en torno a las mandíbulas y el interior de la boca del cocodrilo, que se queda inmóvil y con los ojos cerrados.
Entonces introduce la cabeza hasta casi las fauces del animal y saluda con una sonrisa al público, en el que hay familias con niños tailandeses y extranjeros, sobre todo de China.
El truco de Chamlong consiste en ofrecer su mano al reptil y retirarla con alarde de reflejos antes de que el animal cierre la boca con extrema velocidad y potencia.
El cocodrilo es el animal con la mordedura más poderosa del mundo animal, pero esto no parece molestar a los domadores, quienes se permiten hacer bromas con el público.
"¿Queréis que repita?", pregunta jocoso Samrit cuando su compañero termina con su exhibición.
Hacia el final, Chamlong incluso toma en brazos a un cocodrilo mediano de unos 70 kilogramos de peso y agita la pata del reptil como si estuviera saludando.
SON LOS MENOS PELIGROSOS
Los cocodrilos pueden vivir hasta los 90 años, pero los ejemplares elegidos para los espectáculos suelen tener unos 15 ó 16 y sólo se emplean para esto durante periodos de tres o cuatro meses, para prevenir que se deteriore su salud, según los domadores.
"Al principio, todos los cocodrilos tienen miedo, por lo que tenemos que familiarizarnos con ellos. Es como jugar con un perro, tienes que entrenarlo todos los días para que te recuerde", afirma Chamlong, quien lleva ocho años dedicado a este trabajo de riesgo.
En su opinión, cada cocodrilo es diferente, aunque todos tienen como punto débil la nariz, que es su parte más sensible y vulnerable.
El cocodrilo siamés es menos peligroso que el de agua salada, también explotado para su piel y su carne en Tailandia, y es de los considerados menos peligrosos para el hombre, aunque su mordedura es muy potente.
El pasado julio, un domador en una granja-parque de Samut Prakan, al sur de Bangkok, sufrió un accidente cuando el cocodrilo con el que realizaba el espectáculo cerró de improviso las mandíbulas.
Por suerte, el reptil decidió liberar al domador, quien salió por su propio pie con unas heridas menores.
Tailandia fracasó este año en su intento de que se rebajara el nivel de protección a estos animales en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro, Fauna Salvaje y Flora (CITES) que se celebró en Bangkok.
Las autoridades de este país, que cuentan con un proyecto para aumentar la presencia de los cocodrilos en estado salvaje, se quejan de las dificultades para exportar los productos derivados del cocodrilo siamés.
Los cocodrilos pueden vivir hasta los 90 años, pero los ejemplares elegidos para los espectáculos suelen tener unos 15 ó 16 y sólo se emplean para esto durante periodos de tres o cuatro meses, para prevenir que se deteriore su salud, según los domadores.
"Al principio, todos los cocodrilos tienen miedo, por lo que tenemos que familiarizarnos con ellos. Es como jugar con un perro, tienes que entrenarlo todos los días para que te recuerde", afirma Chamlong, quien lleva ocho años dedicado a este trabajo de riesgo.
En su opinión, cada cocodrilo es diferente, aunque todos tienen como punto débil la nariz, que es su parte más sensible y vulnerable.
El cocodrilo siamés es menos peligroso que el de agua salada, también explotado para su piel y su carne en Tailandia, y es de los considerados menos peligrosos para el hombre, aunque su mordedura es muy potente.
El pasado julio, un domador en una granja-parque de Samut Prakan, al sur de Bangkok, sufrió un accidente cuando el cocodrilo con el que realizaba el espectáculo cerró de improviso las mandíbulas.
Por suerte, el reptil decidió liberar al domador, quien salió por su propio pie con unas heridas menores.
Tailandia fracasó este año en su intento de que se rebajara el nivel de protección a estos animales en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro, Fauna Salvaje y Flora (CITES) que se celebró en Bangkok.
Las autoridades de este país, que cuentan con un proyecto para aumentar la presencia de los cocodrilos en estado salvaje, se quejan de las dificultades para exportar los productos derivados del cocodrilo siamés.
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